#CubanasLibresYA: La historia de la activista cubana Rosario Morales, otra víctima de represión del Estado Cubano
Rosario tenía 43 años cuando escuchó por primera vez sobre las Damas de Blanco. Ella era una trabajadora de la empresa estatal Correos de Cuba, una “ciudadana de a pie”, que repartía cartas y periódicos, que escuchó en 2006 una entrevista por la radio y quiso saber más sobre las demandas de ese grupo de […]
Rosario tenía 43 años cuando escuchó por primera vez sobre las Damas de Blanco. Ella era una trabajadora de la empresa estatal Correos de Cuba, una “ciudadana de a pie”, que repartía cartas y periódicos, que escuchó en 2006 una entrevista por la radio y quiso saber más sobre las demandas de ese grupo de mujeres organizadas.
“Yo comencé a apoyarlas en Santa Rita, en la iglesia. Después que salíamos de misa se marchaba por toda la Quinta Avenida. Estuve apoyando seis meses hasta que la Seguridad del Estado comenzó a amenazarme y a reprimirme y a hostigarme”, recuerda la activista.
Las presiones comenzaron a llegar de parte de amigos y familiares, y fueron escalando con el paso de los años. En 2011, su hijo fue enviado a prisión injustamente.
Reinier Biscet Morales, único hijo de Rosario, y de entonces 27 años, estuvo detenido por las autoridades como una forma de presionar a la activista para que desistiera de sus actividades. “Hasta que no convenzas a tu mamá que se quite de allí, te vamos a procesar a ti”, le decían al joven, según su madre.
“Allí me lo torturaron, me lo golpearon”, cuenta Rosario, quien recuerda cómo una vez que le tocaba visita le impidieron verlo porque se encontraba en una celda de castigo. “Yo empecé a llorar y pregunté el motivo y allí me contaron esto, que mi hijo había hecho una protesta, que había gritado consignas”.
Durante 15 meses el hijo de Rosario estuvo en prisión, y durante ese tiempo la activista no dejó de exigir su libertad. Salía a protestar a la calle con fotos de él, se vestía con un uniforme de recluso y salía a manifestarse, daba entrevistas y pedía apoyo de sus compañeras.
Poco después de la liberación de su hijo, a Rosario la despidieron de su puesto de trabajo “por tener ideas en contra del proceso revolucionario”, después de 8 años al servicio del Correo. “De allí más nunca me dieron trabajo, fui perseguida todo el tiempo por ser Dama de Blanco, por ser defensora de los derechos humanos, por exigir democracia, por querer que todos seamos iguales”, señala.
En el año 2012, ante la carencia de empleo, Rosario montó un puesto de venta en la calle con artículos varios del hogar. A modo de protesta, decidió no optar por una licencia de venta. Así transcurrieron los años, con incidentes ocasionales y participando siempre con las Damas de Blanco.
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Detención
Hasta que, en diciembre de 2017, las autoridades la detuvieron. En la Villa Panamericana, de la Habana, Rosario y otra Dama presenciaron cómo oficiales de la Seguridad del Estado querían sobornar a otros vendedores, aunque estos sí tenían licencia para vender. Ellas decidieron interceder con consignas como “Vivan los derechos humanos”, “abajo la corrupción”, “libertad para los presos políticos”. En respuesta, los policías las metieron violentamente en una patrulla y las trasladaron a un centro de detención.
Durante 12 días Rosario estuvo detenida en El Vivac, y en ese mismo tiempo la activista estuvo en huelga de hambre, incluso sin ingerir líquido los primeros días. Por eso hasta perdió el conocimiento y tuvo que ser trasladada a la enfermería. Entonces la dejaron en libertad, pero le alertaron de que su expediente ya estaba hecho y que tendría que enfrentar un juicio.
Rosario afirma que nunca hizo declaraciones, no se le informó de los cargos y el proceso fue completamente discrecional. Un año después de esa detención, Rosario fue llamada a comparecer a juicio. “Era un juicio que estaba amañado contra los opositores, a los días me dieron la sentencia de prisión domiciliar de 3 años”, recuerda la activista quien tampoco tuvo derecho a presentar testigos.
El 21 de marzo de 2019, se ratifica la sentencia de Rosario a tres años de privación de libertad por los cargos de Especulación y Acaparamiento, Desacato y Desobediencia. La sanción fue sustituida por Trabajo Correccional Sin Internamiento.
Un mes después de dictada la sentencia, Rosario fue citada por una jueza de ejecución que iba a asignarle un trabajo para justificar su tiempo de sentencia. La jueza le acotó: “los negros nacieron para barrer calle, así que te pondremos a barrer calle”. Tras ser víctima de racismo, la activista indicó que aceptaría el trabajo, pero les aseguró a las autoridades que lo haría “con la frente en alto porque no he cometido ningún delito, voy a estar vestida de blanco y voy a hacer mesas redondas en la calle para analizar la mal llamada constitución”.
Hasta la fecha, después de varios procesos burocráticos, la activista no ha sido ubicada en ningún puesto.
Actualidad
Actualmente, Rosario continúa su oposición y es miembro de un grupo paralelo de Damas de Blanco llamado Laura Pollán: Su Legado, en nombre a la difunta fundadora del grupo opositor. Este grupo busca apoyar a la comunidad a través de protestas pacíficas contra injusticias. Su hijo Reinier emigró de Cuba desde hace cuatro años.
La sentencia dictada en contra de Rosario efectúa muchas restricciones; en toda labor desempeñada recibirá “menor remuneración o calificación” y no podrá optar a “ascensos ni aumentos de salario”. Tampoco podrá optar a un pasaporte, lo cual le impide salir del territorio nacional. La restricción más severa a la cual Rosario está sujeta es la libre circulación. No puede salir de su municipio sin pedir permiso a la Jueza de Ejecución del Tribunal Municipal de La Habana del Este. No puede visitar familiares que vivan en otros municipios sin este permiso, lo cual ha sido difícil para ella.
Rosario fue citada nuevamente a aparecer en frente de un juez de ejecución en el Consejo Popular de Cojimar en marzo de este año, pero no fue atendida, a pesar de que esperó por horas. Ella continua sin saber cuándo o si es que finalmente el gobierno le obligará a cumplir el trabajo bajo la sentencia a la que fue condenada, por lo que vive bajo gran incertidumbre.
En el contexto de la COVID-19, la activista se encuentra recluida en su casa, pero asegura que en cuanto esta crisis sanitaria pase, se reincorporará a sus actividades, a pesar de las consecuencias. Sigue apoyando a su comunidad como puede, recientemente hizo 35 cubrebocas desde su casa que fueron compartidos a personas sin recursos de la comunidad.