Historia de Aymara Nieto, prisionera política del Estado Cubano

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En los actos escolares las niñas bailan y preparan pequeñas obras de teatro, ansiosas por exhibir sus talentos al público. Pero las hijas menores de Aymara Nieto, de 7 y […]

En los actos escolares las niñas bailan y preparan pequeñas obras de teatro, ansiosas por exhibir sus talentos al público. Pero las hijas menores de Aymara Nieto, de 7 y 12 años, no se sienten del todo contentas cuando se organizan estas actividades. Su madre no puede llegar a verlas bailar o actuar, porque desde 2018 que fue apresada por ejercer su derecho a la protesta y exigir la libertad de los presos políticos cubanos.

“Ellas quieren tener a su madre al lado el día que tienen actividad en la escuela, y ahora están privadas de eso, ellas son bastante fuertes para estar pasando lo que están pasando”, cuenta la madre de Aymara, Griselda Muñoz.

Cada mes, las niñas iban a visitar a su madre a la prisión de El Guatao, en la capital, y allí le contaban lo que no había podido ver personalmente, la abrazaban, y se llevaban las cartas que les escribía Aymara para que la recordaran en casa. Pero a mediados de marzo, Aymara fue trasladada a la prisión provincial de mujeres “El manatí”, en la Provincia de Las Tunas, casi a 700 kilómetros de distancia de La Habana, donde viven sus hijas. El cambio no fue explicado por las autoridades y la distancia hará sumamente complicado que ahora la madre de Aymara y sus hijas puedan visitarla frecuentemente.

Detención

Aymara, actualmente de 43 años, es miembro de las Damas de Blanco, un grupo de activistas, en su mayoría familiares o esposas de presos políticos del Gobierno de Cuba, que protestan para que los prisioneros de conciencia sean liberados. Aunque había pertenecido a otros grupos de la sociedad civil, se había unido a ese grupo de mujeres desde que su esposo, Ismael Bori Reñí, miembro de la Unión Patriótica de Cuba (UNPACU), un grupo opositor cubano, fuera detenido en abril de 2018.

En mayo de 2018, Aymara se disponía a salir de su casa en horas del mediodía, para dirigirse a protestar como parte de la campaña “Todos Marchamos”, dirigida a presionar a las autoridades por la liberación de los prisioneros políticos. Pero ese domingo 6 de mayo no fue como lo había planeado.

“La detuvieron saliendo de la casa, le mandaron unas policías mujeres y desde que ella salió de la casa la cogieron por el pelo y sin preguntar nada, empezaron a darle golpes. Después la llevaron para la prisión de Santiago de Las Vegas, allí la tuvieron varios días como para que se le curaran los moretones”, cuenta Griselda.

Tras quince días de haber sido detenida, le permitieron a Aymara ver a sus familiares. “Mami, eso fue una patraña de ellos, lo hicieron para callarme”, le dijo la activista a su madre.

Casi un año después, en marzo de 2019, Aymara fue condenada a 4 años de prisión bajo los cargos de atentado y daños. En el juicio, la Fiscalía indicó que la Dama de Blanco “protagonizaba una manifestación contraria al proceso revolucionario”, y que mientras estaba siendo arrestada “rompió la camisa de uniforme de una oficial de la Policía, le lanzó varios manotazos y le ocasionó rasguños en el cuello”.

Durante el juicio no le permitieron tener un abogado de confianza, no se respetaron los plazos procesales, no se permitió que el proceso fuera público y la jueza se mantuvo parcializada.

Dentro de El Guatao

La vida dentro de prisión en Cuba es compleja, y aún más para una presa política. A Aymara no le han garantizado su derecho a la salud, a la alimentación o al trato digno: si se enferma, no hay medicamentos para tratarla, la comida a veces es servida en mal estado, y es maltratada por las agentes.

Las visitas que su familia le hacía en la prisión de El Guateo eran monitoreadas por agentes penitenciarias, y si denunciaba un abuso para alguna de sus compañeras, es sancionada en celdas de castigo. Las Damas de Blanco reportaron que tras el cambio de prisión de Aymara, la activista se encontraba en una celda de castigo, aunque se desconocen más detalles.

“Mi hija donde está no tiene condiciones, le violan los derechos, le están pasando los años por arriba. Yo sufro porque es mi única hija”, dice Griselda Muñoz, la madre de la activista.

El esposo de Aymara, Ismael, continúa en prisión, y desde hace 4 meses que les niegan la visita conyugal, el único espacio que tienen ambos para encontrarse. Se espera que a finales de marzo sea liberado.

En 2016, ambos ya habían sido detenidos por repartir material informativo, acusados de desorden público y condenados a un año de cárcel. Fueron liberados en julio de 2017. No obstante, Ismael fue detenido y liberado intermitentemente hasta noviembre de 2018, cuando fue acusado por tres delitos de desacato. En agosto de 2019 fue sentenciado a dos años de cárcel.

Cambio de vida

A Griselda, de 63 años, le ha tocado mudarse a la casa de Aymara y asumir la crianza de sus dos nietas. También se ha convertido en el único sustento económico de su hija y su yerno. Su nieta mayor, la primogénita de Aymara, tiene 24 años y vive de forma independiente.

“Es una tarea bastante dura. Ahora a esta edad yo ya no tengo fuerzas, pero estoy trabajando para que mis nietas no dejen de comer”, cuenta Griselda, quien ha buscado trabajo como ayudante de cocina y recepcionista. Los domingos, asiste a una iglesia con sus nietas en busca de fuerzas para seguir adelante mientras su hija sea liberada. Ese es su mayor anhelo.

“Ella (Aymara) siempre ha sido aguerrida y por eso le tienen tanta saña, que la meten presa y le hacen lo que le hacen, porque saben que ella es leal a sus principios, a las Damas (de Blanco)”, asegura.

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